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Mario Mendoza, entre el duelo y lo sobrenatural

Actualizado: 10 ago

Linda Zurek Morón
Linda Zurek Morón

Mendoza es conocido por explorar en sus historias el lado oscuro desde un hiperrealismo urbano, donde sus personajes se ven sometidos a situaciones que rayan en lo inverosímil. En su más reciente novela, Vírgenes y toxicómanos, el autor aborda temas como la viudez, el duelo, las relaciones sexoafectivas en la discapacidad y las realidades alternas. Sus personajes construyen la trama desde perspectivas individuales que se entrelazan.


Vírgenes y toxicómanos narra la historia de Antón y Martín, padre e hijo, quienes tras la muerte de Valentina —esposa de Antón y madre de Martín— enfrentan el duelo desde aristas opuestas. Por un lado, Antón descubre la doble vida de su pareja con otro hombre; por otro, Martín procesa la pérdida de su madre en silencio. La familia ya había vivido un golpe previo: un accidente que dejó a Martín sin capacidad de caminar, lo que cambió radicalmente su dinámica. Con la muerte de Valentina, estas heridas se profundizan, especialmente en Antón, quien debe lidiar no solo con el dolor de la pérdida, sino con la revelación de una verdad oculta.


A partir de esta premisa, la novela bifurca sus caminos narrativos. Mientras Antón se sumerge en una realidad que se desmorona, Martín enfrenta la soledad bajo la ausencia de su padre. En este punto, cabría esperar que la trama se centrara en la vida secreta de Valentina o en el duelo de Antón. Sin embargo, el relato toma un giro inesperado cuando Antón intenta rescatar su relación con Martín mediante un plan desesperado: contrata a una joven para que finja ser su terapeuta física, con la esperanza de que surja entre ellos un vínculo emocional —y eventualmente sexual—. Este enfoque, aunque audaz, cae en una representación ambigua y edulcorada de la discapacidad, reduciendo a los personajes afectados a figuras solitarias, sin metas claras y con limitadas habilidades sociales. Una aproximación que podría tacharse de simplista.


Los diálogos, sobre todo los entre Martín y su interés amoroso —así como los de Matías, su amigo en condición similar—, oscilan entre lo cursi y lo inverosímil. Justo cuando la trama podría ahondar en estas relaciones, introduce un nuevo giro hacia lo sobrenatural: desapariciones misteriosas, corrupción política e incluso mafia. Temáticas diversas cuyo único hilo conductor es Antón, cuyo deterioro psicológico avanza conforme progresa la historia.


Vírgenes y toxicómanos podría definirse como una novela ecléctica, repleta de giros, pero con poco desarrollo en sus personajes y tramas. Renuncia a profundizar en sus ideas, optando por un relato que algunos califican de “onírico”, pero que en realidad se siente como un conjunto de conceptos inconclusos. Aunque se valora su intento por explorar temas complejos —la viudez, el deseo en la discapacidad, la amistad y las desapariciones—, el resultado es una mezcla forzada que dificulta la inmersión. Para quienes busquen lo mejor de Mendoza, Satanás (2002) sigue siendo su obra cumbre, donde despliega sin reservas su narrativa cruda y potente.



Por: Linda Zurek Morón

@lindazreik


 
 
 

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